Azoro

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Igual los libros que las coladeras...

domingo, 1 de julio de 2007

Mal lector...

Hace poco, y como parte de las totalitaristas tendencias críticas estadounidenses, apareció una obra bastante pretenciosa; cuyo propósito principal fue determinar las 10 mejores novelas "de la historia".
Muestra desafortunada de que la calidad literaria tiende a cuantificarse cual moneda de cambio, y los juicios se refugian en modelos preconcebidos y sumas de recursos.
Hace poco, fui cuestionado respecto mi criterio para evaluar un buen texto literiario, un desafío interesante para un efímero escritor.
Decidí, por principio, deshacerme de metodologías y burlar términos de conformismos.
La reflexión "crítica" me condujo a la revisión de dos poemas: Piedra de sol (Fragmento), de Octavio Paz, y Cantos de abandono (Fragmento), de Efraín Hueta.
El poeta y Premio Nobel de literatura, propone una busca poética altamente estilística, y recorre los días y los cuerpos a patitir de una serie de imágenes profundamente desbocadas, en flujo, sin escalas:

voy por tu cuerpo como por el mundo,
tu vientre es una plaza soleada,
tus pechos dos iglesias donde oficia
la sangre sus ministros paralelos,
mis miradas te cubren como yedra,
eres una ciudad que el mar asedia,
una muralla que la luz divide
en dos mitades de color durazno,
un paraje de sal rocas y pájaros
bajo la ley del mediodia absorto

vestida del color de mis deseos
como mi pensamiento vas desnuda,
voy por tus ojos como por el agua,
los tigres beben sueño en esos ojos,
el colobrí se quema en esas llamas,
voy por tu frente como por la luna,
como la nube por tu pensamiento,
voy por tu vientre como por tus sueños,...

Ahora bien, Huerta desarrolla su poema en la quietud de la soledad tangible y metafórica de cada uno de sus versos:

Ella hace el canto primero del abandono
en lo alto de risibles templos,
en las manos vacías de millones de hombres.
En los cuartos donde el deseo es lodo
y el desprecio un pan de cada noche.

Ella es mi propio secreto,
lo invisible de mí mismo: mi conducta
en la carne de los jardines, en el alma de las playas
cuando hacia ellas voy con las manos cantando.

Mi voz es el resumen de todos los insomnios,
mi adolescencia mediocre y sencilla
como una ceniza palpitante.

No lloraría por mi fortuna finalmente enterrada
ni por un sueño herido sentiría fina tristeza,
pero sí mi voz oculta para siempre,
mi voz como una perla abandonada.

Para sorpresa de muchos lectores, mi voto de calidad (a pesar de la certeza crédula de calidad en ambos casos) es para Efraín Huerta. Mi proceder calificativo sencillamente se basó en una impresión; prefiero la literatura cuya posibilidad estética no termine por anular lo propiamente humano. Los ejercicioes estilísticos, son acaso la forma depurada de la literariedad, pero la busca de la perfección compete al crítico estructuralista.
Prefiero, a la usanza del paria, viajar ligero y afirmar que Paz encabeza la busca estética más importante de la poesía mexicana, pero su busca humana, su busca verdaderamente animal no me aparece.
Huerta, hace del dolor la etiqueta humana de su obra, cada imagen es imperfecta, sufrida, lenta.

He ahí una ejemplificación banal de mis criterios, a opinar...

1 comentario:

Violet dijo...

Concuerdo contigo, de hecho, prefiero a Huerta que a Paz.