Azoro

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Igual los libros que las coladeras...

sábado, 12 de abril de 2008

...el sagrado instinto de no tener teorías... (Poética íntimísima)

La escritura entraña, indudablemente, vasta cantidad de preguntas para quien la ejerce. Desde el misterio de un espacio aparentemente vacío, hasta el eco que llega de las letras desbordantes.

(El libro, me decía un sabio por el que siento sincero respeto,
encierra un rostro al que, al escribir,
atribuimos sus arrugas.

"El más antiguo libro es la más pura cara.

Y añadía: "No pienses que el libro, que tampoco está excento
de enfermedades, desaparece con el libro. Muere únicamente
en su filigrana. Y sabemos que a nosotros corresponde ir a buscarlo
más allá, donde nos restituye nuestro universo escrito".

También decía: "El lago está en la cumbre de todo poderío,
pues domeña los reflejos que le obsesionan. LO MISMO EL LIBRO,
CUANDO SE HACE OÍR, BEBER".)

Edmond Jabés, El Libro de las preguntas Vol II.



Hallé, en alguna de las tantas facetas de Octavio Paz, una gran simetría de mascaradas: al primer escritor le corresponde la elaboración del poema (texto), pero es el segundo escritor al que le corresponde la fatiga de revisar lo escrito y demolerlo.
("Pensar, incluso así, es actuar. Sólo en el devaneo absoluto,
donde no interviene nada activo, donde por fin hasta nuestra
conciencia de nosotros mismos se atolla en un lodo -SÓLO AHÍ,
EN ESE TIBIO Y HÚMEDO NO-SER, la renuncia a la acción
puede lograrse competentemente.

No querer comprender, no analizar... Verse como se ve
la naturaleza; mirar sus impresiones como se mira
un campo- en eso consiste la sabiduría.")

Fernando Pessoa, Libro del desasociego.

Entonces, cuando anochece el umbral de lo escrito; la pluma se levanta indecisa con afán de llenarlo todo. ¿Esto querría decir que la escritura es inmediata, fija, fosilizada? ¿Querría decir que la escritura cerca su perímetro?

("La realidad que revela la poesía y que aparece detrás del lenguaje
-esa realidad visible sólo por la anulación del lenguaje en que consiste
la operación poética- es literalmente insoportable y enloquecedora.
Al mismo tiempo, sin la visión de esa realidad ni el hombre es hombre
ni el lenguaje es lenguaje. La poesía nos alimenta y nos aniquila, nos da la
palabra y nos condena al silencio. Es la percepción NECESARIAMENTE
MOMENTÁNEA (no resistiríamos más) del mundo sin medida que un día
abandonamos y al que volvemos al morir.")

Octavio Paz, El mono gramático.

La herida que no cesa, la interrogante en la garganta, son muestra del pequeño espectro en que mi obra inventa la manera de fugarse de sí misma -y de mí mismo-.

lunes, 7 de abril de 2008

De vuelta...

Han trancurrido aproximadamente 186 días desde mi último texto en esta suerte de despojo. Debo confesar que de ahora en adelante mi dinámica será un tanto diferente.

He dejado de ser el otro (o el mismo); y tanta impresición me dió la facultad de oleaje.

Mi labor próxima consiste, en volver mi ensueño de paseante al jardín melancólico, de seda. Mis días nublados en los ojos del suelo. En dar tiempo a mi muerte y que aprenda a morir.