Azoro

Azoro
Igual los libros que las coladeras...

lunes, 25 de junio de 2007

Esa amarga estridencia.

Lo furioso lo verdaderamente animal
que me sostiene, lo que me aguarda en pie
con el rencor crecido, esto como de hueso,
como dientes que se muerden
después de haber mascado el polvo,
esto de sangre, esto de grito ahorcado
como un aullido en la garganta,
esto como un muro, como un sollozo
largo de noches sin hogueras, lo animal,
lo verdaderamente bronco que me duele en los ojos.

Dije que el mar es algo así como esa diaria muerte
de mi cuerpo. Hoy me sale lo bronco
y me revuelvo, hoy me sale lo herido
y me desgarro - perdón por esta forma
de amargura, pero es que hoy
de muy dentro me sale lo animal desbocado,
la verdadera furia que me empuja:
esto de maldecir espinas por la boca
lo formalmente triste,
lo exactamente amargo como el llanto.

Ahora me vulevo y me despido y me regreso.
Voy a buscar mi sombra entre la sombra,
porque mordí sin tiempo un corazón de niebla,
y lo bronco,
lo verdaderamente animal que me sostiene
está dolido.

Estancias

UNA palabra está allí.
El miedo está detrás de la palabra.
El gesto está delante.
Y alrededor está el silencio,
como un ropaje demasiado ajustado.

Nada ni nadie se adelanta.
Algunas sombras rondan cerca.
Algo parecido a una llovizna
inventa un mínimo roce,
un roce sin necesidad de copartícipe,
porque el espacio es roce.

Nada ni nadie se adelanta.
Pero surge de pronto
algo más reciente que el silencio,
menos compacto que una sombra:
surge de pronto otra palabra,
que se enlaza con la primera
y juntas inauguran un roce diferente,
otra forma del espacio.
Y por ahí se marchan ambas
olvidadas de todo,
salvo quizá del seno o paraíso
anterior al lenguaje.

¿Pensando en escapar del tránsito?

Hora extraña.
No es
el fin del mundo
sino el atardecer.

La realidad,
torre de pisa,
da la hora
a punto de caer.

Megalomanía

Por eso nadie se moleste
cuando parece que estoy solo y no estoy solo,
no estoy con nadie y hablo para todos:

alguien me está escuchando y no lo saben,
pero aquellos que canto y que lo saben
siguen naciendo y llenarán el mundo.

Entretanto...

El agua se conoce por la sed.
La Tierra - por los Oceános navegados
El arrebato - por la angustia -
La paz - por las batallas contadas -
El amor, por la Lápida Conmemorativa -
Los Pájaros, por la Nieve.

domingo, 24 de junio de 2007

Remedio casero, necesario para ahuyentar aquellos ruidos taciturnos...

-Acabas de escuchar el libro.

-...no el libro, sino algunas de sus líneas escritas.

- Acabas de escuchar algunas de las líneas escritas del libro.

-...no algunas de sus líneas escritas, sino mi voz muerta.

-Acabas de escuchar tu voz muerta.

-...no mi difunta voz, sino de improvisto lejana, mi voz sin eco, de timbre blanco.

-Acabas de escuchar el alba.

-...no el alba, sino el destierro de un resplandor extraño.

-Acabas de escuchar la queja repercutida por el espacio de un resplandor extraño, ridiculizado.

-...no un resplandor autónomo, sino la queja repercutida de un resplandor sacrificado, sino la sombra cautiva de una claridad soberana, inseparable de la eternidad.

-Acabas de escuchar la noche.

-...no la noche, sino el vacío receptivo en torno a una estrella; algunas claras frases desprendidas sin ruido de la estrella.